Diario de un reportero
Ramsés Ancira
Antes de que la Familia Michoacana diera a conocer su presencia cortando
cabezas, décadas antes de que los zetas esclavizaran y asesinaran a migrantes
por docenas, Luis Echeverría Álvarez con el apoyo del PRI preparó a un grupo de
salvajes que fueron capaces de coser a puñaladas y balazos a al menos a dos
jóvenes que se encontraban en los quirófanos del hospital
Rubén Leñero el 10 de junio de 1971. Otros fueron sacados aún con vida y desparecidos para siempre. Fue la raíz del miedo.
Matar por matar (fotografías de Armando Lenin Salgado) |
De los caídos por los disparos de los halcones virtualmente “a todo lo
que se movía” tampoco se supo nada porque los cuerpos fueron recogidos y
desaparecidos. A la versión de Echeverría de que no hubo muertos, responde al
menos una tumba en el Panteón Civil de Iztapalapa, que no está identificada por
una cruz, una estrella de David o cualquier otro símbolo religioso, sino por
una V que fuera la insignia de los movimientos estudiantiles. Martín del Campo
se llamaba el joven cuya familia al menos tuvo la fortuna de recuperar su
cuerpo. De docenas y quizás cientos más, nunca volvió a saberse.
Pagados con cinco mil pesos por sus crímenes, al día siguiente los
Halcones fueron disueltos, pero esto del dinero fácil no era tampoco fácil de
abandonar, algunos se hicieron pasar por guerrilleros de Genaro Vázquez para
hacerse nuevamente de armas de alto poder, otros a despojar de sus automóviles
a las personas y al no ceder a la primera, simplemente los acribillaban.
Los testimonios de los hechos quedaron plasmados en el informe de la
Fiscalía Especial para Movimientos Políticos del Pasado y en el libro Halcones
Nunca Más, editado en el 2011 por la Secretaría de Educación del Gobierno del
Distrito Federal, pero que hasta ahora en 2017 empieza a circular.
Las acusaciones de grandilocuencia a José López Portillo o de grisura a
Miguel de la Madrid, nunca llegaron al grado de llamarles asesinos, pero en el
siguiente sexenio la eliminación, entre
otros del Cardenal Posadas Ocampo, de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruíz
Massieu, que de una u otra manera están ligadas con el PRI harían que en
cualquier país civilizado una organización política con estos estigmas, hubiera
sido proscrita, por las mismas razones que en Europa se hizo con el Partido
Nazi.
Posadas Ocampo había aprovechado su presencia en Los Pinos como
negociador de las relaciones con el Vaticano, para denunciar los negocios de
trata de blancas y narcotráfico de distinguidos tricolores, Colosio veía un
México distinto al que consideraban las arcas de la nación como patrimonio
privado y Framcisco Ruiz Massieu sabía demasiado. Su hermano Mario también fue
víctima de una estrategia de desprestigio.
La decisión partidista de no resolver la desaparición de los 43, apenas
se nota entre los 90 mil asesinatos por ejecución cometidos en el Gobierno de
Peña Nieto y contabilizados por Z, la prestigiosa revista de investigación
periodística . Algunos de estos ejecutados, familiares de empresarios, algunos
de ellos exportadores, que se negaron a pagar cuotas de protección al crimen
organizado.
La mecánica es simple, hay que pagar una cuota inicial. Si el empresario
dice que no tiene el dinero, le enumeran la lista de sus familiares cercanos,
los nombres de las escuelas de sus hijos y sus horarios de clase. La reacción
típica es pagar y cerrar las empresas, sobre todo en el norte del país.
La política privatizadora de Carlos Salinas de Gortari y su gran barata,
el fin de la economía mixta podrá haber creado muchos “pepes y toños”, como
gusta de llamar el Consejo Coordinador Empresarial, pero si estos operan en
lugares como Acapulco, son clientes frecuentes del derecho de piso, y si son de
estados más al sur, a veces se enteran de que tienen una demanda laboral
desconocida de varios años y que ya se produjo el laudo mediante el cual van a
ser despojados de su patrimonio.
Todo esto mientras el secretario del trabajo, Alfonso Navarrete Prida,
se ocupa de demandar a abogados que se negaron a formar parte de su círculo de
amistades más íntimas.
El país no tiene remedio mientras el gobierno esté en manos del mismo
círculo del poder, aunque se ponga la cara de un Narro, un Meade, o una señora
de Calderón. La estupidez va más allá de las fronteras. Una de las mayores
personalidades del mundo, Noah Chomsky acusa a Arabia Saudita como la principal
fuente de financiamiento y entrenamiento de terroristas, como los que usan
furgonetas para arrollar y asesinar niños en Barcelona. Arabia Saudita, el
mayor ejecutor de penas de muerte en el planeta sólo por disidencia ideológica,
tiene un monarca al que el gobierno mexicano le concedió hace unos meses la
condecoración del Águlla Azteca.
Y Benjamín Netanyahu, el hombre que declaró que su ocupación de
territorios es tan legal como la invasión norteamericana de México en 1847, se apresta a ser huésped de honor del
gobierno mexicano, a quien no parecen bastarle las acciones del crimen
organizado, también pretende ser escenario de las relaciones públicas de uno de
los gobernantes más desprestigiados del mundo, acusado de corrupción y uso de
recursos públicos, tanto como de una política de odio sin fin.
Lo peor del horror, explicaba el periodista Eduardo Monteverde en el
libro con el mismo título, es no darse cuenta de lo horroroso que es.
La reconstrucción nacional, cualquiera que sea la vía, o pasa por la
minimización del PRI y el fin de la impunidad, o simplemente no habrá
reconstrucción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario