Diario de un Reportero
Fabricamos Anarquistas (y Anartistas)
(Exclusivo para JoséCárdenas.com
Ramsés Ancira
Se sale del contexto de jóvenes y
personas de la mediana edad que han decidido iniciar una nueva etapa de su vida
ingresando al sistema de Universidad Abierta. Tiene el cabello cortado a rape, como
si acabara de salir de un reclusorio o un centro de tratamiento de salud. Su
ropa está sucia, como la de un indigente. Su rostro revela que ha sido adicto a
los solventes y parece que no hace mucho que tuvo su última dosis, pero ahora
está consciente.
La escena tiene lugar frente al
auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que desde hace mucho
tiempo es un territorio autónomo de la Autonomía Universitaria.
Son alrededor de las cinco de la
tarde del 20 de enero y están saliendo del examen dental y de la vista,
realizados en el Aula Magna, los 300 nuevos miembros de la élite que superó el
examen de admisión.
En diciembre la revista emeequis ha publicado un extenso reportaje
sobre los anarquistas, de entre 10 cuartillas de entrevistas, se puede
extractar lo siguiente: son jóvenes precaristas, generalmente hijos de madres
solteras. Viven en zonas marginales, han tenido contacto con universidades
públicas pero generalmente no concluyen sus estudios de bachillerato y tienen
una enorme necesidad de pertenecer a algo.
El joven de cabello casi a rape
que miro al pasar, y del que no se necesitan las dotes de Sherlock Holmes para
saber que ha pasado meses o años de su vida viviendo en las calles; que no tiene
novia ni cualquier otra relación afectiva, ni nada que se parezca un hogar, ya
tiene un sitio donde no le faltará la comida que se prepara en el comedor
vegetariano, o algo que le obsequiarán en las cooperativas. Todo esto lo puedo
captar en los 30 segundos que me lleva cruzar frente a él y que son suficientes
para escuchar la pregunta que le hace a otro joven con ropa negra pero bastante
más limpia “Hay algún libro sobre el anarquismo que me puedas recomendar”.
ENERO 15
Otro joven que conozco ha dejado
de estudiar luego de fracasar cinco veces en el examen de la única materia de
matemáticas que adeuda en la Preparatoria. Él no se encontró con los
anarquistas, pero difícilmente se puede decir que tenga una mejor calidad de
vida.
Se levanta a las seis de la
mañana, entra a trabajar a las siete y sale a las 3 de la tarde para
trasladarse a otro trabajo donde termina a las once y llegar a dormir a media
noche. Esa es la jornada leve.
La de los sábados termina a las
cuatro de la mañana del domingo.
Con sus ingresos no podría pagar
un departamento en el Distrito Federal, acaso un cuarto de azotea en una
colonia a las orillas, pero entonces tardaría mucho más en llegar a su
trabajo. Tal vez unos zapatos. Es
quincena, así que cobrará unos 1500 pesos porque los economistas dicen que
pagar más salario mínimo es inflacionario. Al otro día recibirá otros 500 pesos
en la taquería.
Su novia le está urgiendo a que
se casen.
ENERO 20
El colectivo que hace la ruta de
Ciudad Universitaria al Metro Taxqueña es uno de los más exasperantes del
Distrito Federal. El chofer de este, maneja mientras pela unas mandarinas. Luego se
detiene ante un vendedor de tacos de canasta que por ocho pesos le vende dos.
Así llegamos al metro Copilco donde hace base hasta que se ocupan todos los
asientos. Tampoco se necesita ser Sherlock Holmes para deducir que el conductor
tiene otro trabajo, pero no el tiempo para sentarse a comer. Lo hace mientras
trabaja.
Un poco más adelante un joven de
cabello largo y otro de cabello corto le piden permiso al conductor de subirse
a cantar.
Con ánimo que contagia nos
informan que son estudiantes de una Facultad de Estudios Superiores en
Zaragoza, estudian sicología y pensaron que sería bueno ganarse unas monedas
para pagarse los gastos del inicio de clases.
Antes de terminar una canción de
“Héroes del Silencio” ya han ganado la atención y simpatía de todo el pasaje. La
tercera, nos anuncian, es una de Manu Chao que ellos arreglaron para dedicarla
a los desaparecidos de Ayotzinapa. El joven de cabello corto da las gracias y
nos suelta un discurso.
Tenemos que exigir que se
esclarezca este crimen, es un deber de todos, pero también lo es que todos
hagamos algo porque somos mucho mejores de los que nos distingue a nivel
internacional. No somos ese país de
obesos, pensemos que México es más que uno de los países con mayor impunidad
para el narcotráfico.
Somos el Chino y el Güero, anuncia este último y se arranca con una
canción donde se repiten las palabras clandestino
y Babilon y Ayotzinapa.
Cuando termina su concierto de
unos 20 minutos todos buscamos la moneda de mayor denominación que encontramos.
No serán menos de 50 pesos los que se lleven estos jóvenes anarcoartistas, así que cuando otros dos muchachos de 20 y 16 años
se suben para ofrecernos paletas Miguelito y chiclosos que se deshacen en la
boca, casi nadie tiene para comprarles, pero como estamos de tan buen humor les
regalamos el peso o dos que todavía tenemos.
Estos últimos jóvenes
difícilmente serán universitarios, tal vez un día se harten de marearse en los
camiones para ganar 20 o 30 pesos al día y entonces reciban una invitación para
unirse a la hermandad de los anarquistas.
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